23 mar 2014

No estoy loca 2.0

Todo era oscuro. Todo era oscuro, a pesar de que un delicado hilo de luz se colaba por las lamas rotas de la persiana, aquellas a las que en un ataque de ira golpeé. Solo es uno, abandonado por el resto, desplazado, hundido, como yo. Posado sobre el rugoso y fío suelo, buscando una salida. Restregaba mis manos por la madera, acariciándola, no podía dejar de hacerlo, limando las yemas de los dedos.
- Oh, bonito...- le dije acercando la mano derecha, ensangrentada de tanto rozar la vieja madera.- Ven conmigo, brillante, a las más oscuras tinieblas. Quiero que te quedes conmigo para siempre.
En milésimas de segundo el oro desapareció, dejó de iluminar el trocito que antes relucía.
- ¡Aaaah!- grité- ¡No te vayas!
Una vez más la ira me invadió, empecé a golpear el suelo de manera violeta.
De repente, un dolor agudo atravesó mi pecho, como una flecha, haciendo que me doblegara sobre mis propias rodillas y cayera de lado al suelo.
- ¡Has vuelto! ¿Por qué cojones has vuelto?- volví a gritar, mientras aún cargaba mi ira con lo que nada me había hecho.
Unos pasos rudos y fuertes se movieron sobre la soledad el pasillo que había frente a la habitación. Alguien se acercaba. Y fue ese quien después de pararse delante de la puerta, la abrió con rapidez. La luz me cegaba, me era imposible ver. Puse una de mis manos sobre mis ojos, a modo de visera, intentando divisar algo, pero nada, no se distinguía más que una gran silueta dibujada en la luminosidad.
- Deja de gritar.- dijo un hombre de voz grave, rasgada y dura. Se quedó mirándome durante un pequeño instante y después cerró la puerta con la mismas ganas con las que la había abierto.
- ¡Mis ojos, los has matado, los has matado!- alcé la voz para que pudiera oírme con total claridad mientras me los tapaba.
Algo llamó mi atención. Algo se estaba moviendo por mi habitación, por mi tierra. Un animalillo, probablemente un ratón. ¡Eso es, un ratón!
- Bienvenido a mi vida pequeña bolsa de sangre.- le dije con una maliciosa sonrisa. Cogí el ratoncillo por la cola, dejando que se balanceara, de delante a detrás, con movimientos bruscos, intentando liberarse de su captora.- No voy a hacerte nada, pequeño.
Una risilla emergió de mi garganta hasta convertirse en un grito desgarrador que me hirió. Algo que también había hecho aquel animal al morderme la mano.
- Bicho de mierda...- solté. Mientras lo estampaba contra la pared, aún sin soltarlo.
La sangre brotaba de la herida, descendiendo por mi piel, creando pequeñas cenefas escarlatas, brillantes y hermosas. Las gotas caían sobre mi pierna y luego al suelo, formando una oscura mancha en este.
Sin pensar en el dolor, cogí una caja y lo metí dentro. Hice un par de agujeros, no quería que muriera, aún no, pero no tardaría en hacerlo.
Después de aquello, me centré en aquel hermoso líquido. Era escarlata, no muy denso, algo pegajoso si se dejaba acumular, delicado, en mi opinión: perfecto.
- Creo que jamás te he probado...- dije inocentemente, con voz de niña.- Que bonito eres, me pareces lo más hermoso del mundo, más aún que aquel traidor del hilo.
Dejé que la sangre chorreara por mis manos, mi brazo, tiñendo mi camiseta de rubí, de un color que nunca iba a desaparecer.
Cansada de admirar la vida que me hacía sentir, abrí la caja e hice que el ratoncillo saltara a mi mano sana, intentando que esta vez no me hincara el diente igual que había hecho con la otra.
- No pasa nada, te he perdonado. No volverá a ocurrir, ¿verdad?- le dije mientras le acariciaba la cabeza manchándola de mi sangre.- ¿Sabes? Dicen que estoy loca, que mi cordura huyó hace mucho. Por eso me tienen en esta cárcel de madera encerrada. Pero no es así, no estoy loca, ¿verdad que no estoy loca? ¿verdad? No lo estoy, ¿verdad?
La desesperación se apoderó de mí, haciendo que apretara al pequeño ser entre mis manos. Él no hizo nada, ni se movió.
Tanteé sobre el suelo hasta que mis manos tocaron un pequeño trozo de cristal. Lo cogí y lo puse sobre el ratón.
Acariciando su pecho, de arriba a bajo, poco a poco.
- No dolerá, pequeña bolsa.- al pequeño se le aceleró el corazón, vio que el peligro era inminente y que algo iba a ocurrir.
Su cálida sangre recorrió mis manos, mis brazos e incluso llegó a caer sobre la mía que antes ya había mojado mis piernas. 
Me relamí los labios, jamás había llegado a ese extremo, ni a probarla.
Subí la mano hasta que quedó a la altura de mis ojos, pude observar como millones de rubíes centelleaban en ella. Me manché la boca, aunque parte de la nariz y la barbilla también sintieron la oleada de calor que desprendía el líquido, y me volví a relamer.
- No esta mal, nada mal.- como una absoluta desquiciada me tome aquel líquido vital que salía del pequeño animalillo.
Sedienta y con curiosidad, pose mi mano sobre el muslo derecho e hice un corte algo profundo, suficiente para poder beber de ahí.
- Ahora la mia.- dije, y al acabar solté una risa terrorífica.- Perfecto.
Hice lo mismo que  cuando observaba la sangre del ratón y me manche el resto que quedaba.
- No estoy loca, ¿ves?

Bueno, gente, esta es la versión que digo. Creo que esta mucho mejor que la que anteriormente publiqué, espero que os guste.

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