30 jun 2013

Adonis

Como Adonis, se presentó ante mi. M, moreno de piel, con su pelo largo se mostraba. ¡Cuan hermoso era aquel hombre! Sus ojos claros, grises como el cielo cubierto de nubes, podrían derretir a cualquiera.
Un  fulgor empezó a arder en mi interior. Dios, podría morir en aquel precioso instante entre sus brazos y ya seria feliz.
Con una risa llena de melodías, estudiaba cada uno de nuestros movimientos, y nuestras sonrisas. La suya no era más que la causante de millones de corazones rotos, desechos y destrozados por el anhelo que era capaz de producir aquel semidios.

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