16 jul 2014

Enyd.3

La muchacha se quedó atónita, nadie antes le había contestado de tal manera, y menos aún, había sido tan altivo como lo había sido él.
Era como un mago, un fantasma escurridizo que aparecía y desaparecía como si nada, dejándola pasmada, con ganas de conocer su historia con profundidad. ¡Maldito! No debería haberse ido así, sin más.
- ¡Eh! ¡Seguro que puedes escucharme, sinvergüenza!- gritó la pelirroja. Dio varios pasos hacia adelante, acercándose al camino de piedras, adornado con hermosas amapolas rojas. Se adentró entre los árboles, dejándose llevar por el ambiente que allí se respiraba.- ¡Ya te vale! ¡No eres más que un caradura, deberías volver y disculparte!
Nadie respondió a lo que decía, silencio, solo el sonido del aire atravesando las hojas de los árboles, creando un susurro único e indescriptible. Iba pisando el follaje muerto que reposaba sobre las piedras, troncos y ramas, las cuales no dejaban de crujir, haciendo que llevara consigo una especial melodía.
- Tienes razón, soy un caradura, y un sinvergüenza, por eso te gusto tanto, pequeña.
Él otra vez, a su espalda. Se dio la vuelta, esperando poder encontrarse con aquel hermoso dios. Su pelo corrió por el viento durante el mismo instante en el que se giraba.
No había nadie, ¿cómo lo habría hecho? Miró en dirección contraria, y pudo divisar en la lejanía un cuerpo, voluminoso, era él, estaba absolutamente segura.
- No te vayas, espérame.- le rogó.
Corrió hacia donde, se suponía, que estaba. Pero allí volvía a no haber nadie. Se había volatilizado, como si fuera agua hirviendo.
- Perfecto...- susurró.
- Tranquila, nena. Que sigo aquí.
Al voltearse le propinó un golpe en la mandíbula, que la dejó bastante dolorida. Se acarició la mano, intentando el efecto del impacto.
- Vaya, si la princesa sabe golpear...- era entonces él quien se tocaba la cara, pasmado por la reacción de la joven.
- ¡Claro que se, fresco!
- Sí, tan fresco como el agua del río- hizo una pausa, mientras enseñaba su hermosa dentadura en forma de sonrisa, seductora y arrebatadora. Sexy era la palabra, sí-, si quieres te puedo ayudar a probarla. No me importaría sujetarte para que no cayeras. Mira- dijo a la vez que pasaba tras ella y se pegaba a su espalda, anclando su cintura a la de Enyd-, así.
- ¡Suelta!- gritó ella, intentando desengancharse de aquella lapa. Aunque no podía negar que le había encantado a la par que asqueado, aquel hombre había despertado en ella algo que nadie había sido capaz de hacer. - Será mejor que desaparezcas de mi vista.
- ¿O qué?- dijo burlón- Hace diez minutos no dejabas de buscarme, suplicabas que te esperara.
- ¡Eso no es verdad! ¡Largo!
La muchacha empezó a caminar en dirección hacia donde había llegado, debía volver a la comunidad o acabaría por volverse loca por culpa del divino.


No esta mal, ¿verdad? Espero que os guste mucho

1 comentario:

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