26 abr 2014

39.Lyss.

Decenas de boles, espátulas, batidoras, platos, cubiertos y demás, se extienden por encima de los mármoles. Todos trabajan a la misma vez, como si fueran una sola persona. Y yo aquí, sola, apartada de ellos, abandonada por quien podría haberme unido al grupo. Eiliv. Aunque en realidad no lo merezco, pero tampoco lo necesito.
Casco tres huevos, los bato, haciendo que queden a punto de nieve. Pongo una tableta de chocolate en un cazo y me lo pongo sobre la mano. Pequeñas chispas salen de ella, que calientan el recipiente. Puedo oler su perfección y su dulzura. Un hilo de vapor sale de él, que acaba estampándose contra el techo a la vez que desaparece. Mezclo el oro marrón con el huevo y le añado azúcar. Cuando ya es todo una masa, meto el dedo en ella, no puedo evitar probarlo. Lo echo en un molde, y luego lo meto en el horno, uno enorme, parecido a de las pizzerías.
Empiezo a cortar pan, en finas rebanadas, caliento la leche, friego los cacharros que he utilizado, inspiro el aroma que aquí se ha cocido en un momento. Preparo las cosas que hay que sacar, las bandejas, los cubiertos, servilletas... Intento cogerlo todo, pero no voy a poder.
- Hay un carrito al lado de la puerta, puedes ir poniéndolo ahí.- dice una chica morena.
- Vale... Gracias.
Voy a por él y lo lleno de cosas. Mientras estoy colocando las cosas fuera me acuerdo de algo.
-¡Mierda, el pastel!- grito, a la vez que voy velozmente hasta el horno y lo saco, inconsciente de mi, con la mano.
Lo tiro en la encimera, sin dejar que se caiga, y chasqueo la lengua.
- Ven, rápido. Mete la mano bajo el grifo.- Eiliv me coge por la muñeca y abre el agua fría para que se me pase. Cuando ya esta debajo de ella, va masajeándola, acariciando la zona que me he quemado. No es que me duela mucho, no hay más que un simple cosquilleo, pero hay algo en mi que no quiere que ese hombre deje de acariciarme. Le da la vuelta, para que quede totalmente mojada y calme el ardor que hay, aunque no es la quemazón del horno lo que siente, sino mi propia calor.- Creo que ya esta, ¿te encuentras bien?
- S... Sí, muchas gracias, colmillos... Digo, Eiliv.
Tiene sus ojos clavados en los míos, haciendo que su abismo plateado me engulla, y haga que me adentre en la bondad que refleja. Sus pómulos están algo más arriba de lo que lo estaban antes, esta sonriendo.
- Me alegro de que así sea. Ahora, acaba de hacer las cosas, anda.

Es una entrada completamente normal, pero me gusta bastante. Espero poder colgaros algo más luego, y sinó.. ¡Mañana!

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