24 jul 2014

Enyd.6

- Vaya... La princesa de alas blancas tiene miedo- dijo burlándose de ella, al mismo tiempo que la observaba.-, me alegro de que no las hayas visto.
De un salto, y aunque con algo de dificultad, la muchacha se puso en pie, pero no antes sin chocar contra su pecho. Con la velocidad suficiente, se separó del cuerpo del joven, pegó la espalda al tronco del árbol.
En menos de un segundo el aire dejó de entrar en sus pulmones, algo le oprimía el pecho, y hacía que apenas pudiera respirar. Se agarró con fuerza a la corteza, para no caer de bruces contra el suelo.
- ¿Estas bien, princesita?
- Deja... Deja de llamarme así, no soy una princesa- dijo esforzándose por dejar escapar las palabras.
- Vale, pero ahora mismo dejarás que te ayude y te callarás.- en el mismo momento en el que pasaba su brazo tras la espalda de la chica, esta se desplomó presa de la falta de aire.

Parpadeó varias veces, pero no lograba abrir los ojos, cuando lo hizo, le vio. Ahí estaba él, el hombre a quien deseaba observar día y noche.
- ¿Dónde estoy?
- En mi casa, te desmayaste antes de que pudieras decirme nada.
La joven asintió, aprobando el hecho de estar ahí con él. En cierto modo le gustaba ver que se había preocupado por ella, y no la había dejado tirada en el suelo del bosque hasta el momento en el que se despertara y volviera a ser ella misma.
- Gracias...- susurró Enyd.
- No hay de que- hizo una pequeña mueca, imitando lo que parecía una sonrisa y añadió-, espera aquí, ahora mismo subo.
El muchacho desapareció tras la puerta de la habitación. Al contrario que la chica, quien se limitó a erguirse y sentarse bien, apoyando la espalda en la pared, no obstante, no tardó en volver a marearse. Centró la vista en un punto fijo, intentando mantenerse consciente. Debía comer algo, o la historia no acabaría muy bien.
Observó la gran habitación, era prácticamente toda de madera oscura, acogedora, sencilla y caótica. Frente a la cama había un escritorio lleno de libros, libretas y ropa, mucha ropa, desperdigada por allí encima, sin orden alguno, y a ambos lados de esta, habían dos mesillas de noche, pequeñas, una de ellas con una foto. En ella salia el ángel con una mujer mayor. Enyd no pudo evitar sonreír, adorable.
Un gran ventanal dejaba que la luz se colara por las granates cortinas, tenia una repisa que daba a la parte de dentro, en la que poder sentarse, cubierta por cojines del mismo color que la tela anterior. La cama tenía un cabezal de hierro forjado, negro, reluciente.
La puerta se abrió de un golpe, probablemente dado con el pie, ya que el muchacho llevaba en las manos una bandeja con un zumo de naranja, una taza con café y leche, un par de tostadas, un croisant y una manzana roja. ¿Pretendía que todo eso se lo acabara comiendo ella?
- He pensado que estaría bien que comieras algo...- dijo pasándose la mano por la nuca, después de dejar la bandeja sobre la mesita.- Como no sabía que te gusta, he traído un poco de todo.
Enyd sonrió con ganas, agradecida por el gesto que había tenido.


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